lunes, 17 de noviembre de 2014

Emprendiendo el regreso



Salir de Cusco, fue difícil, no quería irme de esa ciudad,  sin visitar la Iglesia de San Blas y la plaza de artesanos que se encuentra a su  alrededor. Obvio que Oscar accedió a llevarme a pesar del  lío de tránsito, calles que se cortan, que cambian el sentido, subidas, bajadas, etc.
Emprendimos el regreso,  cerca del mediodía. Para ello, tendríamos que volver unos cuantos kilómetros por donde fuimos. Nuestro destino  final sería Puno, donde visitaríamos la isla de los Uros, otro lugar donde no queríamos dejar de ir.
Habiendo hecho cerca de 250 km, Oscar me dice, vamos a tener que pasar nuevamente por el lío de Juliaca. Ahora si a la ida nos había parecido un caos total,  atravesando solo la mitad de ella, no quieran saber lo que nos pareció el regreso, donde tuvimos que cruzarla  en su totalidad
No podíamos dar crédito de lo que veíamos. El centro de la ciudad está representada por una Avenida, bastante grande en cuanto a su ancho, y largo, que alguna vez estuvo asfaltada. Hoy es todo tierra seca, arena y piedras. Transitan por ella cientos de personas. Algunas caminando, otras en autos pequenos y también los infaltables triciclos con motor, muy pintorescos, que levantan personas por la calle, tipo taxi, y donde no entran más de dos. El sentido o dirección del tránsito es una  incógnita, porque a pesar de que existió alguna vez, un cantero en el medio que habría dividido  los sentidos o dirección de los autos, eso hoy es  historia, haciendo que cada uno fuese y viniese por donde más le gustara.
Las mujeres  vestidas con el traje típico peruano, polleras  largas aunque sin que les tapen los tobillos de todos los colores, ponchos, mantas por encima, trenzas y los infaltables gorros, venden por los alrededores  cualquier cosa que se les pueda imaginar, con tolditos tipo ferias, o simplemente con mantas en el piso, desde ropa, hasta comida, porque no ollas cacerolas, etc.
Hay distintos olores, pues conviven un puesto donde hacen pollo frito y una venta de chatarra
Manejar era casi imposible, todos tocan bocina,  los perros conviven con las ovejas, y a las llamas las llevan con una correíta como si fueran mascotas y lo más gracioso es que no parecen alterarse por el caos, van como si nada. No  presenciamos ni siquiera una discusión. En Argentina por muchísimo menos, no se cuenta el cuento.
La tolerancia parecería ser el secreto j aja j aja.
La nota de color, cuando ya nos parecía que nada nos sorprendería, Oscar me dice, mirá eso… Dos tanques de guerra abandonados en el medio de la calle, que parecían decorativos, dado que estaban cubiertos de polvo y adornados, vaya uno a saber cuando los dejaron ahí.
Bueno Juliacá todo una experiencia.

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