Salir de
Cusco, fue difícil, no quería irme de esa ciudad, sin visitar la Iglesia de San Blas y la plaza
de artesanos que se encuentra a su
alrededor. Obvio que Oscar accedió a llevarme a pesar del lío de tránsito, calles que se cortan, que
cambian el sentido, subidas, bajadas, etc.
Emprendimos
el regreso, cerca del mediodía. Para
ello, tendríamos que volver unos cuantos kilómetros por donde fuimos. Nuestro
destino final sería Puno, donde visitaríamos
la isla de los Uros, otro lugar donde no queríamos dejar de ir.
Habiendo
hecho cerca de 250 km, Oscar me dice, vamos a tener que pasar nuevamente por el
lío de Juliaca. Ahora si a la ida nos había parecido un caos total, atravesando solo la mitad de ella, no quieran
saber lo que nos pareció el regreso, donde tuvimos que cruzarla en su totalidad
No podíamos
dar crédito de lo que veíamos. El centro de la ciudad está representada por una
Avenida, bastante grande en cuanto a su ancho, y largo, que alguna vez estuvo
asfaltada. Hoy es todo tierra seca, arena y piedras. Transitan por ella cientos
de personas. Algunas caminando, otras en autos pequenos y también los
infaltables triciclos con motor, muy pintorescos, que levantan personas por la
calle, tipo taxi, y donde no entran más de dos. El sentido o dirección del tránsito
es una incógnita, porque a pesar de que
existió alguna vez, un cantero en el medio que habría dividido los sentidos o dirección de los autos, eso hoy
es historia, haciendo que cada uno fuese
y viniese por donde más le gustara.
Las mujeres vestidas con el traje típico peruano,
polleras largas aunque sin que les tapen
los tobillos de todos los colores, ponchos, mantas por encima, trenzas y los
infaltables gorros, venden por los alrededores cualquier cosa que se les pueda imaginar, con
tolditos tipo ferias, o simplemente con mantas en el piso, desde ropa, hasta
comida, porque no ollas cacerolas, etc.
Hay
distintos olores, pues conviven un puesto donde hacen pollo frito y una venta
de chatarra
Manejar era
casi imposible, todos tocan bocina, los
perros conviven con las ovejas, y a las llamas las llevan con una correíta como
si fueran mascotas y lo más gracioso es que no parecen alterarse por el caos,
van como si nada. No presenciamos ni siquiera
una discusión. En Argentina por muchísimo menos, no se cuenta el cuento.
La
tolerancia parecería ser el secreto j aja j aja.
La nota de
color, cuando ya nos parecía que nada nos sorprendería, Oscar me dice, mirá
eso… Dos tanques de guerra abandonados en el medio de la calle, que parecían
decorativos, dado que estaban cubiertos de polvo y adornados, vaya uno a saber
cuando los dejaron ahí.
Bueno
Juliacá todo una experiencia.
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